Cierro los ojos a la luz,
y sin apenas darme cuenta
me desprendo del pesado traje de mujer
convirtiéndome en una pluma,
que silenciosa es arrastrada por el viento,
volando alto, muy alto sin temor
al son de las ráfagas que nunca espero.
Caigo en un charco y me humedezco
de una manera salada,
excesivamente conocida para mí,
agrupando mi lateral en pequeños puñados blancosde sueños sin cumplir,
de pestañas cansadas,
y de deseos de dormir eternamente
a salvo de mi diario miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario