2025
Han pasado siete años desde la última vez que publiqué aquí. He entrado por la curiosidad de la limpieza de claves que estoy haciendo precisamente hoy, para poder ordenarlas todas. Tengo cajas de cartón aquí a mi lado, los cajones dispuestos ya en formación militar pero aún le faltan fechas, años, sucesos y creo que algunos no los recuperaré nunca. Lo más importante creo que es, que sinceramente, no me importa.
Empezó otra década, una pandemia explosiva que nos confinó a todos y yo he cambiado tanto, que solo me reconozco en las fotos, porque ahí, o ha sido el fruto del protector solar a diario, o que hice un pacto con el diablo en medio de mis locuras y eso si, que no lo recuerdo, como tantas otras cosas.
Acabo de cumplir 48 y contra todo pronóstico, sigo viva.
Es difícil pensar que he tenido que esquivar a la muerte desde antes de nacer, sin culpa ni razón. Y algunas otras mas que me han intentado sin éxito, sacar de la partida. Voy a empezar a pensar que mis ojos rasgados son el indicio de la reencarnación de una gata que se ha agarrado a la vida con las uñas, y que solo se deja acariciar muy poco, llena de desconfianza.
A pesar de no escribir aquí, tengo cuentas en redes sociales y anoche pensaba en que quizás, como gata que fui, me aparezca alguna noche por alguna ventana sigilosa.
He seguido escribiendo, estudiando, y recuperándome de aquella muerte. Cuando volví a nacer el 19 de Mayo. Fue tan cruel aquello, que aún no he llegado a recordar por mi misma el año, 21 o 22. Solo quiero pensar que las isquemias cerebrales brillan por unos instantes ese día, celebrando que aunque estoy llena de cicatrices desde la cabeza hasta los pies, sigo viva.
No me busques, no me vas a encontrar, ella murió. Soy otra.
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