Al principio la sentía a mis espaldas, como un leve respirar en mi nuca, después se apoyaba en el marco de las puertas y me miraba, con un semblante triste, sintiendo como un castigo el tener que acompañarme día y noche. Mi perra la miraba de reojo, y suspiraba tranquila y resignada. Ya no la mira, ya no está conmigo.
A veces me sonríe, a veces se me sienta al lado, y me acaricia el pelo, o la mejilla y me retira alguna lágrima. Sin abrir la boca ninguna de las dos.
Ahora me mira desafiante, esta cansada de estar conmigo, conoce todos mis movimientos y ya dejé de ser imprevisible hace muchas lunas.
Soledad tiene ansiedad, no quiere seguir aquí, se sube por las paredes, se asoma nerviosa a las ventanas de mi piso. Me mira irónicamente, intentando humillarme y provocarme para que la aparte de mi lado, pero cambié tanto que ya no me muevo ni por impulsos… Ya no me molesta, puede seguir a mi lado siempre, me he acostumbrado a su aliento mentolado y frío. La soledad es bienvenida.
Solo quería mi traje de novia y rimel en las pestañas, y ahora la tengo a ella. Ahora tampoco te tengo a tí...sí, a tí.
Ahora no estoy sola, estoy con Soledad.
"El ángel de las mil violetas"
1 comentario:
Por cierto, todos estos comentarios, los primeros que he ido publicando, son escritos que he ido redactando en los meses anteriores, esperando poder publicarlos aquí. Gracias.
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