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domingo, 20 de junio de 2010

El síndrome del periodista

Llevo varias semanas de apatía total. No sé si habrá sido la primavera depresiva después del invierno deprimente o un contagio emocional de mi parte contratante. Hace unos minutos el síndrome del periodista me ha librado de dos puntos en la yema del dedo índice de mi mano derecha. Creo que fui una de las últimas generaciones que aprendimos mecanografía aporreando una maquina de escribir y aparte de la profesión que escogí , escribir es algo que vengo haciendo desde hace muchísimos años. Las yemas de los dedos se endurecen y la lengua se afila haciendo gala de un curioso repertorio de palabras ordenadas dentro de un diccionario, para quedarme siempre en gris. Ni blanco ni negro necesariamente, pero si dentro del gris y de su gama de tonalidades. A veces pienso dentro de este caos de palabras y de emociones, y dudo entre que la mente se me quede en blanco o que de tantos pensamientos atolondrados y amontonados sencillamente no doy pie con bola. Ha sido extraño el asistir a un insulto público a la memoria de un poeta, ha sido grandioso ver su defensa por parte de su hijo y de sus allegados. Pero me sigue pareciendo tan triste la mezquindad del ser humano, que sigo manteniendo que somos mucha gente y pocas personas. Ha sido especial escuchar a mi parte contratante como me canta por teléfono y me dice que me quiere pese a la distancia. He celebrado que un amigo sea columnista en un periódico, de Zamora, y leo con orgullo su columna semanalmente. He asistido a una presentación de un libro, en una tarde llena de niebla pero rebosante de abrazos y de recuerdos. Los días siguen nublados, pero de lo que si estoy segura es que quiero seguir escribiendo que me quiero seguir zambullendo entre mis libros y que el síndrome del periodista cada vez me ira salvando de mas incidencias.

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