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martes, 1 de junio de 2010

Miguel Hernández

Su letra me enseñó que la tristeza es ser hombre sin morir de amor, que la nobleza es defender la libertad y la vida de los sentimientos en versos.

Su legado me enorgullece al poder apreciar toda su obra. Sencilla y profunda, magnífica sin limites.

Sin un ápice de compasión, la tuberculosis sesgó su vida, del mismo modo que se cercenan los campos de trigo que tanto recordó, a los que dedicó su despedida.

Cien años se cumplen del alumbramiento de uno de los luceros mas radiantes de toda la poesía.

Miguel Hernández.

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