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miércoles, 13 de octubre de 2010

Tiempo de nueces y castañas

La lluvia me sorprende con ratos curiosos en los que dudo entre terminar de guardar toda la ropa de verano y sacar los pijamas. Lo malo de estas sorpresas de cambio de tiempo me trae dolor de garganta y bronquitis a mi parte contratante. Será que no me puedo resistir a besarlo, y que en ese momento no me importa contagiarme, pero la verdad es que incluso malo, ejerce una fuerza de atracción a la que me abandono irremediablemente.

Hoy he recordado una parte muy importante de mi infancia. Siempre pasaba el día del Pilar en casa de mis abuelos en Sevilla y me sentaba con ellos a ver el desfile. Es un día que siempre recuerdo con muchísimo cariño, ya que cada vez que tenía unos días libres, viajaba a esa ciudad a reunirme con ellos.

Este tiempo me produce letargo, unas ganas terribles de dormir y una flojera colosal que intento paliar con dosis de café, pero intentando que no me quiten el sueño por la noche.
Empieza el tiempo de las nueces y de las castañas, de sacar las rebecas y los pañuelos para el cuello, de ver los primeros turrones asomarse vergonzosos en las repisas de las grandes superficies comerciales.

Empiezo a tener frío, y sólo quiero abrazarte una y otra vez, en silencio, mientras sigo balanceándome en el columpio de tu mirada. Una... y otra vez.

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