Hace demasiado tiempo
que me conformé con sentarme en la orilla
mientras pequeñas olas venían e intentaban empaparme los tobillos
con un agua muerta que no mojaba, que sólo calaba frialdad.
Hace pocas lunas que la marea cambió su ruta sin pensar
y volcó con mi despiste el saco de arena al que me aferraba
que esparció sigiloso el cómplice viento.
Fue cuando llegó a mi playa ese oleaje de estrellas y algas,
de espuma blanca de horizontes lejanos y brillantes
que ha sido capaz de nadar entre los arrecifes de coral de mi dolor,
besando gotas saladas en el esqueleto de mi barco hundido.
Diestro de pescarme sin redes, sin que yo hubiera pretendido
zambullirme sin saber nadar en la inmensidad de su océano
sin temor taciturno a la deriva, en la bahía de su abrazo.
3 comentarios:
que bonito. fuera los miedos
Hay que nadar hasta el horizonte...ya me entiendes
Hola Mil violetas, me gustó tu blog, ya te seguí, yo comienzo ahora. Un abrazo.
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